"Hubo un día que me miré en el espejo y vi que no era yo, sino que era una persona desconocida para mi, y además que me desagradaba muchísimo. Recuerdo que me llevé la mano a la cara y el desconocido levantó su tosca zarpa de dedos como garras y se palpó la jeta torpemente, en burda imitación de mis propios movimientos.
No pude evitar sorprenderme ante la perfecta sincronía de nuestros gestos, si bien mi cara de sorpresa tuve que imaginármela porque el tipejo aquel se limitó a torcer el gesto en un rictus de desagrado más propio de quien se ve envuelto en una nube hedionda.
A juzgar por el desaliño general de Mr.Reflejo, la teoría de la nube hedionda no era descabellada así que agradecí no enfrentarme a nada más que a una imagen sin el acoso de otras percepciones sensoriales. Me temo que mi rictus de desagrado al imaginarme el olor subyacente al fulano del espejo se escapaba al abanico de expresiones faciales de mi yo feo, que se limitó a poner una cara semejante a un limón cortado por la mitad.
Intenté relajarme para empezar a buscar explicaciones. Me pasé la mano por el pelo en un atusamiento leve y sutil, que Aliciaalotroladodelespejo aprovechó para rascarse descaradamente el cuero cabelludo, con lo que los copos de caspa empezaron a nevar sobre esos mis no-míos hombros. Intentando disimular me miré una mano como quien distraidamente revisa si tiene la manicura bien hecha, pero por el rabillo del ojo vi como aquel tío cerdo se regodeaba con la imagen del sebo y caspa acumulados bajo sus feas uñas sin cortar hacía dios sabe cuánto tiempo. Probablemente desde la última vez que se afeitó, y de eso no hacía poco.
Qué individuo más desagradable. Podía percibir el desprecio con el que me dirigía la mirada, analizando cada uno de mis gestos, que probablemente pensaría que eran copias de los suyos, sin percatarse de que el reflejo era él y no yo. No me extrañó que me odiase: a los ojos de cualquiera la mía era la imagen de un triunfador, un caballero, refinado y sofisticado, interesante, a la moda, con contactos... y él era un gañán, vago, obtuso, vicioso y despreciable. Y eso que yo no estaba en mi mejor momento, pues los últimos días los había pasado en mi vivienda apartado de los compromisos sociales por un par de reveses que habían afectado mi ánimo hasta el punto de no querer salir de casa.... "
--- No se como vamos a hacer lo de continuar la historia, pero aquí va mi contribución -- Antón.
ResponderEliminarMe sentía desconcertado, el resto del baño se veía exactamente igual en el espejo que en la realidad, lo único diferente era mi aspecto, o, mejor dicho, la forma en la que el espejo me devolvía el reflejo.
Por un momento me pregunté si alguien me estaría gastando una broma, un juego para reírse a mi costa y luego tener alguna anécdota que contar, lo dude un segundo pero era demasiado elaborado para ser cosa de mis amigos. Al fin y al cabo los estudiantes no solemos tener mucho dinero para comer, mucho menos para estar gastándolo en bromas.
Llamé a Alan, mi compañero de piso, de entrada se mostró sorprendido, no esperaba verme desnudo, yo estaba mentalmente tan lejos de mi cuerpo que ni noté su asombro.
Alan notó que algo no estaba bien cuando sus bromas sobre la temperatura del agua no consiguieron ni siquiera desviar mi mirada del espejo.
Ahí estaba ese desconocido, reptiliano, ofensivo a la vista y posiblemente también al tacto, al gusto, al oído y al olfato.
A su lado un joven rubio y estilizado, ojos intensamente azules, labios gruesos y cuerpo de atleta, de correr horas y horas, desprendiendo cierto brillo blanco.
Alan acercó su peluda mano al espejo y, Adonis, como correspondiendo, acercó la suya en un gesto mil veces más limpio, no se movía sino que fluía a través del espacio.
Ambos nos quedamos callados un segundo hasta que Alan recordó la otra figura y miró hacia ella, inmediatamente se torció su gesto; Adonis reprodujo la mueca mientras su semblante se tornaba blanco, probablemente él sí podía oler al monstruo.
Enfurecido y asustado por esta disparidad de reflejos salí corriendo del baño, pasé por el salón hasta ir a mi habitación, todos los reflejos que vi de mi mismo eran normales, solo el estúpido espejo del baño me devolvía otra imagen.
Qué significaban esas garras, esa suciedad, ese desaliño. Quería el espejo decirme algo y, sobre todo, por qué Alan era la personificación de la belleza.
Por supuesto sabía lo que significaba, sabía que el espejo sabía lo de Becky Tatcher y, ahora, Alan sabía que algo estaba mal, pronto se daría cuenta de qué era lo que pasaba conmigo.
Decidido, cogí un bate de béisbol y fui camino de Alan, no estaba dispuesto a que nadie más supiese lo de Becky, primero me encargaría de Alan, luego del espejo.
Fue rápido y sucio. Un solo golpe, pero mucha sangre. No hubo ruidos, pero si sorpresa reflejada en los ojos de Alan. Ahora quedaba deshacerse de Adonis.
ResponderEliminarLa señora Lunnis estaba en el rellano hablando con el señor Foster, así que la opción de bajar a Alan por las escaleras, se había esfumado.
Además ¿qué iba a hacer con él al llegar abajo?. Sin olvidar que si emprendía tan descabellada hazaña iría dejando un reguero de sangre como si de una babosa zombie se tratase.
No, tenía que pensar algo y rápido, pero todavía me hallaba confuso. De pronto me percaté que los espejos de la cara me devolvían la imagen reflejada en el baño, y es más, comenzaba a oler raro. Aunque eso tal vez se debiese a que la sangre no paraba de manar o que no habíamos bajado la basura desde hacía tres, quien sabe.
La única opción para salir de este lío y pensar tranquilo, era tal vez tirar el cuerpo de Alan al contenedor que había en la calle a través de la ventana del salón o deshacerme del cadáver allí mismo, tal vez quemándolo en la chimenea
Mientras pensaba que hacer, me fijé en lo rosadas que tenía Alan las mejilla. El cabrón era hermoso hasta muerto. Hay tipos con suerte.