Fantasía fantástica

Voy a comentar un libro, que ya hace mucho tiempo que no contribuyo al blog. Voy a hacerlo rapidito y por encima, y sin andarme con lenguajes medievales como las últimas veces, que si no me lleva mucho tiempo y al final termino por no hacerlo. El libro en cuestión es El mar de madera, de Jonathan Carroll.

Todo comienza cuando Frannie McCabe, el jefe de policía de un pueblecito de los Estados Unidos, se encuentra con un pequeño perro tuerto al que le falta una pata y media. El perro es feísimo pero simpático y Frannie decide llevárselo a su hija, pero cuando llegan a casa el perro, que estaba en las últimas, se muere entre espasmos. Luego el perro resucita y Frannie encuentra una pluma mágica y hay gente que desaparece y... y... muchas otras cosas mucho más bizarras y extrañas ocurren.

La trama continúa avanzando por la senda de la fantasía y el realismo mágico: el libro está lleno de sucesos increíbles y maravillosos. Lo que he contado no es más que el principio. No digo más porque sería una pena desvelar más detalles precisamente de este libro: creo que su punto fuerte podría ser la manera en que te sorprende siempre con nuevas ideas y con nuevas vueltas de tuerca, y esa sensación que te da de que, en un momento dado, cualquier cosa puede suceder a continuación. Es decir, que no tienes absolutamente ni idea de qué va a ser lo siguiente que ocurra. Por ejemplo, de repente, sin más explicación, el protagonista podría volverse verde y empezar a hablar en ruso (es sólo un ejemplo que se me ha ocurrido, esto no pasa en el libro). Entra dentro de lo posible, siguiendo la línea del libro, y la sensación de maravilla que crea al leerlo me ha gustado mucho.

¿Cuantas veces hemos leído libros, pretendidamente de fantasía, que no hacen más que reciclar viejas ideas y presentarnos los mismos tópicos de siempre? ¿Dónde está la imaginación en eso? En este libro, sin embargo, si hay algo que desborda es la imaginación y la inventiva, la verdadera fantasía. Por otro lado tiene un par de partes negativas.

En primer lugar un universo en el que absolutamente todo puede ocurrir (y de hecho ocurre) pierde coherencia y la narración puede dar la impresión de dar vueltas de aquí para allá siguiendo los caprichos del autor. Supongo que puedes perder interés si ves que pasa esto. Para compensar, la escritura de Jonathan Carroll es muy amena y el libro se lee bien, además adereza todo con mucho humor, de manera que es como una comida exótica condimentada con mucho azúcar: sabe dulce aunque sea un poco rara, y te la comes porque está rica aunque no estás muy seguro de que lleva. También ayuda que el protagonista sea un tipo simpático (o más bien, interesante) con una vida interior que se nos expone para llegar a comprenderlo según vamos leyendo el libro.

En segundo lugar, el libro deja bastantes cabos sueltos al final. Te presenta bastantes sucesos extraños, como decía, pero al final, aunque explica el porqué de todo lo que ha pasado de una manera general, deja una gran cantidad de detalles sin concretar. Mucha gente se puede sentir estafada y enfadarse con el autor al final, si esperabas, como me imagino que la mayoría de la gente espera, que todo encaje perfectamente al acabar de leer el libro. Sin embargo pasa una cosa curiosa y es que, aunque muchos detalles del argumento quedan sin explicación, el mensaje del libro sí que se transmite y queda bastante claro. Es decir, el libro dice lo que quiere decir. Independientemente de que la trama en sí deje un montón de cosas en el aire, el tema del libro queda resuelto al acabar (o eso me ha parecido a mí).

Me da la impresión de que Jonathan Carroll intenta dejar los misterios sin explicación para que continúen siendo fantásticos, para que sigan manteniendo el encanto de lo desconocido y de lo inexplicable. Si leéis El mar de madera, advertidos quedáis; en todo caso, creo que como mínimo os lo pasaréis bien con las aventuras del bueno de Frannie. A mí, personalmente, al final me convenció, y en el futuro intentaré leer algún otro libro de este autor.